Esta columna forma parte de una serie que explora -como resultado de la crisis del coronavirus- la evolución de un modelo tradicional basado en el lugar de trabajo a otro más enfocado en la experiencia de la actividad laboral, y en el afianzamiento de la colaboración y la comunidad.
Desde hace casi dos años, personas y organizaciones están experimentando una forma de trabajar flexible e hÃbrida. Ya nadie tiene interés en volver a la oficina tradicional. Por eso, no se trata de adaptar los espacios a la nueva normalidad a través de una nueva distribución o intervenciones más o menos cosméticas. Las personas quieren regresar a un espacio distinto, que entienda sus necesidades e impulse la nueva forma de trabajar. El desafÃo consiste en utilizar los aprendizajes de la pandemia para reexaminar cómo se quiere trabajar, y repensar nuestras antiguas oficinas y rituales para mejorar la productividad y el bienestar.
El “operativo retorno†brinda una oportunidad única, que puede ser un hito “fundacionalâ€. Es una oportunidad única para no hacer más de lo mismo ni repetir errores.
(…) El cerebro funciona mejor cuando tiene libertad de actuación. Por eso las personas, quieren libertad para trabajar dónde y cómo mejor puedan llevar a cabo sus actividades, con flexibilidad de horarios, e incluso con la posibilidad de combinar trabajo presencial y a distancia, ya que casi todo puede resolverse con un dispositivo móvil.
La incertidumbre nos ha regalado la oportunidad de vivir en beta permanente, experimentar distintas formas de trabajar, recopilar comentarios, realizar los cambios necesarios, evaluar y luego repetir. Las personas esperan un alto nivel de flexibilidad, y la posibilidad de contar con una variedad de opciones y modos de trabajo a lo largo del dÃa. Y con la autonomÃa que permite la cultura de la confianza.
(…) En un entorno cada vez más complejo, las organizaciones necesitan estimular un tipo de interacción cara a cara que no esté explÃcitamente orientada al trabajo, como compartir una charla, una comida o un café. Esto permite establecer vÃnculos, construir cohesión social, desarrollar el capital social, y fortalecer los valores compartidos. Establecer una cultura de socialización y construcción de relaciones en el lugar de trabajo es fundamental para crear sinergias, eliminar barreras y construir comunidad, y permite a las personas encontrar el sentido que tiene su trabajo para la organización. Los equipos que tienen fuertes lazos sociales tienen más probabilidades de trabajar más comprometidos, generar ideas nuevas y más innovadoras, y permanecer más tiempo en la organización.