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El desafío de las personas ante la oficina doméstica

  Javier Mosquera   Ago 18, 2020   Articulos, Articulos Argentina, Publicaciones   Comentarios desactivados en El desafío de las personas ante la oficina doméstica

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Este artículo forma parte de la serie “La forma de trabajo y el rol de la oficina en la era post-COVID”, que -a partir de la experiencia de las personas trabajando a distancia-, explora cómo podría re-imaginarse la forma de trabajar y resignificar el lugar de trabajo.

El COVID-19 obligó a empresas y personas a ensayar una nueva forma de trabajo más flexible, sin ningún tipo de preparación previa. Y aunque es evidente que aún hay mucho por mejorar, la productividad trabajando desde casa no resultó ser muy distinta de la que se lograba en la oficina. Sin embargo, trabajar a distancia no es tan simple como trasladar la oficina a casa, y para muchos probablemente haya sido una experiencia complicada y hasta caótica. ¿Cómo vivieron las personas este experimento masivo y qué desafíos enfrentaron?

Aislamiento, deterioro físico, descanso insuficiente, jornadas laborales interminables, relaciones familiares y sociales alteradas, horarios cambiados, pérdida de límites entre espacio laboral y privado, superposición de trabajo con quehaceres domésticos y homeschooling, espacios compartidos con parejas, familias e hijos, fusión de trabajo y vida personal. La exigencia de tener que mantener el rendimiento ante un contexto tan disruptivo, ha llevado a muchas personas a experimentar elevados niveles de ansiedad y estrés. Los siguientes comentarios, probablemente sean algunos de los más escuchados durante la cuarentena:

Esto parece Gran Hermano 

Las ventajas de las videollamadas son claras: optimizan el tiempo, no requieren desplazarse, y permiten reuniones muy efectivas. Sin embargo, las reuniones virtuales pueden ser para muchos más agotadoras que las presenciales. Por un lado, el hecho de sentirse permanentemente observado puede generar cierta incomodidad. Por otro, el poder ver únicamente el rostro de los demás participantes, impide leer los gestos de las manos y otro tipo de lenguaje corporal no verbal. Además, la visión no periférica y fragmentada en galería, obliga al cerebro a prestar más atención y a trabajar más para decodificar las limitadas señales que aparecen en la pantalla. El cerebro se ve entonces sometido a un exceso de estímulos mientras busca señales no verbales que no termina de encontrar. Y para colmo, tener un solo punto focal le impide al cerebro tomarse un descanso, tal como sucede cuando las personas están físicamente presentes. Todo esto genera lo que se conoce como “fatiga de Zoom”, lo cual demuestra que las interacciones virtuales pueden ser agotadoras para el cerebro. Desde las neurociencias se viene advirtiendo que la capacidad atencional no es ilimitada. El cerebro de un adulto promedio tiene la capacidad de mantener la atención durante aproximadamente 20 o 30 minutos sin disminuir su rendimiento. Pero la atención dividida reduce dicho tiempo promedio. 

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No todo lo que brilla es oro

La oficina proporciona tanto los espacios como las herramientas necesarias para realizar el trabajo. Pero cuando se trabaja desde casa, muchas personas se ven forzadas a hacer malabarismos con espacios pequeños, familias multigeneracionales, distracciones que dificultan la concentración, recursos tecnológicos limitados, iluminación o ergonomía inadecuada. Todo esto hace que trabajando desde casa, la eficiencia sin dudas disminuya. Otro factor muy importante a tener en cuenta es que cuando las personas trabajan juntas presencialmente generan un conjunto de valores compartidos que les permite desarrollar la comunicación y la confianza, dos aspectos clave para trabajar en equipo y por objetivos. Y a medida que esa convivencia presencial disminuye, la productividad también decae.

Esto no es vida, tampoco trabajo

Trabajar desde casa tiene sus beneficios: no viajar, usar ropa cómoda y pasar más tiempo con la familia. Pero a medida que el límite entre «trabajo» y «vida personal» se desdibuja, las personas terminan trabajando más tiempo. De hecho, durante el confinamiento, muchas personas vieron aumentar significativamente su jornada laboral promedio. Y es paradójico que esto sucediera mientras la reducción del frenético ritmo de vida abría la oportunidad a un nuevo equilibrio. Asimismo, los rituales basados ​​en el lugar, como viajar al trabajo, encontrarse con otras personas, o tomar un café, ayudan a crear límites importantes en la vida laboral, y al no contar con dichos rituales, las personas pueden sentirse desorientadas en el tiempo, sin distinguir por ejemplo qué día es. A esto se agrega que el trabajo sedentario afecta el bienestar físico: la falta de movimiento y los problemas musculoesqueléticos, el no cambiar de postura ni caminar entre reuniones, el acceso constante a alimentos, el espacio inadecuado, el pasar diez horas frente a la pantalla, todo esto hace que la salud se resienta y las personas se sientan agotadas física, mental y emocionalmente. Y este agotamiento tiene consecuencias a corto y largo plazo.

¡Me faltan las charlas de café en la oficina!

Una buena parte de la dinámica social en el lugar de trabajo se desarrolla alrededor del café, en los pasillos, y antes o después de las reuniones, donde se producen encuentros casuales entre personas. Estas charlas no laborales posibilitan, en gran parte, el nacimiento de ideas inesperadas que desafían preconceptos, en lo que se conoce como “serendipia”, un componente clave de la innovación. Todo esto se está reduciendo con la virtualidad. Por eso no sorprende que encontrarse con los demás sea una de las principales razones por las que muchas personas desean volver a la oficina. Esos momentos de encuentro son los que ayudan a las personas a encontrar el sentido que tiene su trabajo para la empresa. Cada vez hay más conciencia de que la pregunta ya no es “cuándo” regresar a la oficina, sino “para qué” y “con qué propósito”. La proximidad mejora, sin dudas, la productividad del equipo, porque el trabajo es inherentemente una actividad social. No es real que las ideas innovadoras y las soluciones a los problemas surjan de la nada, sino que aparecen en los momentos más inesperados, pero porque hay un espacio (físico y psíquico) que les da lugar. El espacio físico es el ambiente de trabajo; el espacio psíquico, el encuentro social y el ocio creativo.

¡Esto es un bajón!

Trabajar en el aislamiento hizo que muchas personas experimentaran soledad, falta de libertad y también una importante falta de motivación. De hecho la presencia de otros no solo repercute en lo que se hace y en los comportamientos, sino también en cómo se procesan y elaboran las experiencias. Cuando hay otros presentes, las personas están más motivadas para trabajar y sienten que sus esfuerzos ayudan y aportan valor al equipo, mejorando su motivación. En cambio los logros se sienten menos significativos sin la presencia de otros. Nunca pareció tan real eso de «una alegría compartida se transforma en doble alegría, y una pena compartida, en media pena».
La pandemia del COVID-19 trajo desafíos humanos y humanitarios sin precedentes. Muchas personas se vieron forzadas a adoptar bruscamente nuevos hábitos y formas de trabajo. Y si bien su velocidad de adaptación al cambio puede haberlos sorprendido gratamente, ya se sienten extenuadas en sus oficinas domésticas. Definitivamente esto no es el tipo de trabajo flexible que la gente esperaba.

El trabajo y el rol de la oficina parecen haber entrado en una nueva era. ¿Cómo se puede capitalizar todo este aprendizaje? ¿Cómo aprovechar esta experiencia para replantear la relación entre la mentalidad de las personas, la forma de hacer las cosas, el lugar de trabajo y la tecnología?

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About Javier Mosquera

Javier, Director General de 3g office Argentina. Experto con más de 25 años de trayectoria internacional en arquitectura corporativa, consultoría en workplace y gestión del cambio. Además desde 2003 imparte workshops y cursos in-company y en Programas Ejecutivos locales e internacionales, participando como speaker, y como autor de artículos y papers. Javier es Arquitecto por la Universidad de Buenos Aires y ha realizado el VIII Programa Internacional EMPRETEC para el Desarrollo del Comportamiento Emprendedor (Naciones Unidas / UNCTAD).

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